Un poblador del centro poblado de Puerto Manoa,
ubicado en el Kilómetro 311 de la carretera Interoceánica Sur, en el corazón de
la selva alta puneña, en un focus group concluye:
"¡El Estado siempre estará con las
empresas grandes, las hidroelectricas, las mineras y las petroleras tienen acuerdos y negociados siempre!" Este ideario es, en nuestra compleja sociedad, un lugar tan
común como invisible y revela una peligrosa fragilidad institucional en la
relación Estado-Sociedad Civil, que
el desarrollismo económico a ultranza le gusta mucho no ver. A continuación, exploramos
este tema planteando algunas preguntas referidas el sector extractivo, uno de
los más complejos y en donde la credibilidad del Estado es con frecuencia
cuestionada:
¿Cuánto contribuye el lamento
permanente desde el gobierno de turno respecto de que la oposición a las actividades
extractivas es, sobre todo, un maquiavélico complot político supranacional
dirigido por un grupúsculo de revoltosos con el fin de sabotear el desarrollo
galopante? Esa visión del asunto es tan
estrecha como inútil y sugiere la ingenua posibilidad de que si se elimina
a los revoltosos y a los antis, las actividades extractivas se desarrollarían
con una tranquilidad de ensueño. Es así que la propuesta en marcha del Gobierno
de crear frentes policiales en las zonas mineras con el fin de agarrar de las
orejas a todos los dirigentes pendencieros y revoltosos de la anti-minería y neutralizarlos, es un peligroso desatino,
como lo veremos más adelante. (Todo indica que el presidente Humala se refería
a esto último cuando gritaba en las plazas que llevaría el Estado al último
cerro).
¿Desaparecer a los antimineros?
Es peligrosa la obsesión
oficialista por desconocer el derecho a discrepar y a cuestionar de los grupos
opositores a la actividad extractiva. En cualquier régimen democrático el límite
para toda acción colectiva es el Estado de Derecho, es decir, la ley. El debate, en un marco de pluralidad constituye
el soporte fundamental de la democracia, el menos malo de los sistemas de
gobierno. De modo que suponer que el problema son los antis y no la manera cómo
el Gobierno recupera la confianza de sus ciudadanos en las instituciones, es
una falacia monumental movida, todo indica, por el facilismo de tener La caja
gorda de canon para los programas de “inclusión social”.
Entonces, el clásico lamento
oficialista de que existe una gran maquinaria opositora a las actividades
extractivas, es ocioso. ¡Claro que existe!. Y se necesitan acciones concretas como
la promoción de procesos técnico-políticos de ordenamiento territorial que
darían sostenibilidad y consenso al estilo de desarrollo que queremos para el
país que nos toca. No cabe duda que las actividades extractivas ordenadas, efectivamente
fiscalizadas y con un uso eficiente de los recursos generados, son una oportunidad para el desarrollo local y tienen un carácter estratégico en el
proceso de desarrollo nacional. El dilema es: ¿Cómo hacemos minería en el país,
minimizando conflictos sociales, respetando derechos fundamentales y con la
fiscalización efectiva?
Conflicto en Cañaris-lambayeque. Fuente: http://www.noticiasperu-hoy.pe/ |
Recuperando (si es que hubo) la confianza en el Estado
Existe un positivo esfuerzo
gubernamental, a través de la Oficina Nacional de Diálogo y Sostenibilidad
(ONDS), por instaurar en el país el dialogo y la gestión preventiva de los conflictos sociales. Sin embargo, es evidente que falta un trabajo de largo
aliento para recuperar la confianza en el Estado y sus instituciones, de modo que para un poblador de la selva alta puneña deje de ser tan natural
suponer que el Estado está siempre en componenda con las grandes empresas.
A fines de enero de este año, se conoció que
la petrolera Pluspetrol fue sancionada
por el Organismo de Fiscalización Ambiental (OEFA) con una multa de 29 millones de nuevos
soles, por incumplir las normas ambientales nacionales. La medida que podría
parecer intrascendente en la tradicionalmente sombría relación Estado–Empresa,
genera un efecto positivo en la opinión pública, pues contribuye a reactivar la
confianza del ciudadano en la efectividad de sus instituciones. En esa línea, consideramos que fortalecer la
supervisión estricta del cumplimiento de la normatividad ambiental por parte de
las empresas, reforzar la función elemental
del Estado de fiscalizar efectivamente la actividad empresarial, contribuyen a
recuperar la confianza del poblador del Perú de adentro en el Estado del cual pocas
veces se siente parte. Entonces, las medidas de interdicción son necesarias en
tanto complementarias y puntuales, pero cuando éstas se convierten en la
estrategia principal de control social, es alto el riesgo de debilitar más aun nuestra
endeble institucionalidad. Salvo mejores opiniones que, por cierto, siempre son
bienvenidas.
(*) Jorge Talavera, Sociólogo
No hay comentarios:
Publicar un comentario